viernes, 28 de diciembre de 2012

OLEADA DE SAQUEOS EN ARGENTINA.

Alrededor de 292 comercios fueron saqueados en unas cuarenta ciudades, según estimaciones oficiales, entre el 20 y el 21 de diciembre pasados a lo largo de toda Argentina. El fenómeno, que adquirió enorme magnitud al contagiarse ciudad por ciudad, coincidía con los actos conmemorativos del decimoprimer aniversario de la renuncia del presidente Fernando de la Rua tras los saqueos que también fueron protagonistas en aquellas movilizaciones del 2001.

Los incidentes comenzaron en la localidad de Bariloche pero pronto se extendieron a otras ciudades de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, todas ellas duramente reprimidas tras enviar el gobierno a las fuerzas de seguridad y practicamente militarizar durante días determinadas localidades. El saldo final fue de mas de 500 detenidos, decenas de heridos, entre ellos mas de 25 policías, y desgraciadamente cuatro muertos, algunos sin confirmarse si a causa de los disparos de la policía o de los propios comerciantes.

En la localidad patagónica de Bariloche conviven el turismo alpino de gran capacidad económica junto con barrios extremadamente pobres que se agolpan en su periferia y que no aparecen en las postales de invernales paisajes vacacionales. Allí es donde se produjeron los incidentes más violentos al agolparse cientos de vecinos en las inmediaciones de supermercados ante la promesa incumplida de la intendencia local de repartir bonos de alimentos entre los mas necesitados. Tras comprobar la promesa incumplida se produjeron al menos seis saqueos entre supermercados, gasolineras y otros comercios. Los asistentes se enfrentaron a la policía con piedras, palos y escudos, resultando veinte agentes heridos. El efecto rebote propició que la acción se extendiera a otras ciudades limítrofes y finalmente a todo el país. En Campana los vecinos tras ser dispersados por la policía al intentar saquear un supermercado Carrefour, cortaron la autopista y abrieron los camiones que allí quedaron atrapados. En esta localidad numerosos ciudadanos llevan tiempo protestando por el alza de los precios y la falta de ayudas tras numerosas inundaciones. En Rosario es donde la jornada fue mas dramática al morir varios asaltantes. Las quejas tras soportar tres torrentes de agua sin ninguna ayuda por parte del gobierno desembocaron en el saqueo de tres supermercados.


El paro, el trabajo precario, los trabajadores irregulares sin cobertura social, aumento de los precios en general y de los impuestos, el fracaso de las políticas sociales son la marca de la casa de la política Kirchnerista de la Presidenta Cristina Fernandez, cuyo discurso, casi exclusivamente económico, elude continuamente referirse al aumento generalizado de los focos de pobreza. Todo ello unido a la corrupción y la política subordinada a los intereses capitalistas internacionales lleva a la población a condiciones desesperadas. Barrios enteros pobres que se agolpan a las afueras de las principales ciudades con graves carencias en educación, salud, vivienda y trabajo.

Los hechos han traído consigo un intercambio de acusaciones entre gobierno y oposición que se culpan entre si de lo acontecido. Otros acusan a narcos, anarquistas, grupos delictivos organizados o incluso comunidades indígenas radicales mapuches. Sin embargo la pobreza, la desigualdad social y la insatisfacción son los que realmente han empujado a la gente a los saqueos mas allá de quien se beneficia políticamente de ellos. La defensa a ultranza de la propiedad privada frente a las necesidades del pueblo provocó una respuesta policial y represiva contundente que ha dejado a decenas de encarcelados y heridos.


Estos hechos reabren en el país el debate de la redistribución de la riqueza, que agranda la desigualdad social y económica. Se dan ventajas a grandes economías, empresas y bancos mientras se agrava el peso de la crisis sobre las clases mas populares. Por eso el bienestar de las multinacionales y las cadenas de supermercados preocupa mas al Estado que el problema de raíz del conflicto: la pobreza, puesto que fueron los pobladores de esos barrios pobres los que protagonizaron los saqueos. El hecho es que más allá de las teorías de gobierno y oposicion existe una tercera vía critica con la política de privilegios y la apropiacion en manos de unos pocos de la riqueza.

Cuarenta y ocho horas después los comercios permanecían cerrados por miedo a repetirse lo acontecido y muchos comerciantes se armaban a la espera de los saqueadores. Al día siguiente hubo un intento abortado en Tucumán y la noche del 26 al 27 un nuevo saqueo se produjo en La Plata organizado a través de redes sociales.



El hecho de que en algunas fotos publicadas en prensa algunos saqueadores aparecieran llevándose televisiones de plasma y bebidas alcohólicas ha servido para menospreciar a los participantes y dudar de su autentica condición de pobres. Los mismos generadores de la miseria, ricos, poderosos y políticos, se creen con derecho a juzgar y hablar de los "pobres" y los "hambrientos", separándoles entre dignos o no, buenos que roban comida y malos que roban televisores. Rodeados de su confort y lujo, de todo aquello que les permite regodearse de quien no lo puede tener, de anuncios que nos recuerdan permanentemente lo que no podemos comprar, se permiten criticar el hecho de que alguien que "no lo merezca" se apropie de ello. El pobre honrado no roba lujos según ellos, solo migajas. El hecho es que los saqueos son precisamente eso. Y cuando se producen se acapara con todo: lujos, cosas inservibles y también comida y productos de primera necesidad, y así ocurrió. El aprovechar una foto de portada para pretender desprestigiar es una miserable estrategia más para poner a la opinión pública en contra, porque según ellos entre un pedazo de pan y una televisión de plasma de ultima generación el pobre "bueno" siempre debería escoger el pedacito de pan. Y esto se permiten juzgarlo los auténticamente saqueadores de la economía internacional: los banqueros, los políticos, los empresarios, porque ellos sí pueden robar por todo lo alto. El concepto que aquí se debate, por tanto,  y que no terminan de entender es que no se trata de supervivencia sino de redistribución y de acabar con la desigualdad social que la rapiña de la economía de sus sistema propicia.



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