martes, 9 de agosto de 2011

MAYO DEL 68. LA IMAGINACIÓN AL PODER.



Por JAKO MATO

El problema no reside fundamentalmente en las características externas de estos muchachos, su vivir estrafalario, su peinado extravagante, su gusto por la bullanguería, su afición al rock’n’roll o al twist, su fervor al exceso de velocidad y su agrupación en pandillas. El verdadero problema está en que son muchachos indisciplinados, sin ideología moral, amigos del desenfreno y cuyas francachelas transcurren al borde de lo asocial, por lo que fácilmente se deslizan hacia el delito. Demasiado tiempo libre para no meterse en líos…   (J.Mª López Riocerezo 1970)

La casi espontánea ocupación, el 22 de marzo de 1967, por un grupo de estudiantes de Nanterre, de unos pabellones del campus universitario, que se encontraban separados por sexos, constituye un convencional pistoletazo de salida para un serio intento, hoy más mítico que real, de cambiar para siempre la sociedad. Un par de meses de contextualizadas algaradas callejeras, prolongación en el tiempo del clímax revolucionario parisino, fracasaron finalmente pero sin sucumbir del todo. Al mundo occidental le había pasado por alto que sus universidades guardaban un barril de pólvora.
La gestación del cambio social que desembocará en occidente en el estado del bienestar, es protagonizado por una nueva y heterogénea clase con valores, conceptos y visiones novedosas, y que por otra parte no renuncia por completo a la tradición internacionalista del socialismo original  propugnado en Europa desde fines del siglo XIX. Ha de considerarse el tremendo salto generacional que rodea los acontecimientos. La clase burguesa, que había prosperado desde el fin de la Gran Guerra, no era demasiado consciente de las ideas revolucionarias que corrían por las cabezas de sus hijos, pero ciertamente en las universidades se hablaba mucho de política. Aspectos como la comercialización de la píldora anticonceptiva desde agosto de 1960, que permitía un indudable aumento de la libertad y la planificación sexual, supusieron repetidas conmociones sociales casi siempre vertebradas por los sectores más conservadores. El guerrillero Ernesto Guevara (Ché), acribillado en la selva de Bolivia en octubre de 1967, se convierte entonces en un inmortal icono revolucionario, hoy un fetiche carente de buena parte de su significación original.
Los inicios del 68 asisten a revueltas estudiantiles en Milán y Berlín, donde Rudi Dutsche resultó tiroteado durante una marcha contra la guerra en Vietnam. En la soleada California el campus de Berkeley es un hervidero hippie de repulsa antibelicista donde se propagan con rapidez  las ideas del profesor marxista Herbert Marcuse, que propugna la resistencia al orden establecido. El 4 de abril de 1968, el líder del Movimiento Negro Martin Luther King es asesinado en Menphis. Dos días más tarde en Atlanta, Georgia, tiene lugar un multitudinario funeral en el que el féretro, depositado sobre un carro tirado por mulas, desfila por los paupérrimos suburbios negros de la ciudad.
Desde principios de los sesenta se está abonando el campo para el florecimiento de una revolución social, manifestada, la primavera del 68, más como un proceso de cambio de mentalidades que como un conflicto ideológico, como el que había precedido el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de los puntos calientes que existían en Europa y América, no hemos de olvidar las decenas de estudiantes caídos por balas de la policía en la plaza mexicana de Tlatelolco en octubre del 68, o las revueltas, con algunas víctimas mortales, que entre 1964 y 1968 azotaron Universidades americanas como Berkeley o Columbia, la insurrección eclosionó, a ojos de la historia, en París. 
La efímera revolución quedó en el intentó, pero en cierto modo si cambió para siempre las mentalidades de occidente. El tenso diálogo mantenido por el ministro francés para la Juventud y el Deporte, del gobierno presidido por De Gaulle (todopoderoso presidente de Francia y héroe de la Guerra Mundial como jefe de la resistencia frente a los nazis), y el estudiante anarquista de tercer curso Daniel Cohn-Bendit, durante la presentación de un Libro Blanco sobre el estado de la juventud, un tanto ingenuo y alejado de la realidad, constituye un curioso incidente que manifestó el abismo social existente entre la realidad oficial y los cambios de conciencia que experimentaba la juventud occidental, gracias a la relevancia otorgada por los medios de comunicación.
El 22 de abril de 1968 unos centenares de jóvenes ocupan la Universidad de Nanterre, que situada en las afueras de París era una especie de sucursal de la Sorbona, en protesta contra algunas detenciones de estudiantes. El 28 de abril el decano cierra el campus y la agitación se traslada entonces a la Sorbona parisina, predominando en todo el país la afiliación al sindicato estudiantil Unión de los Estudiantes de Francia (UNEF), también se ocupa el edificio de la Ópera de París. La derecha fraguará entonces una serie de manifestaciones por el Barrio Latino, cuyos tejados se ven poblados esos días por cientos banderas rojas, con el fin de contrarrestar la comuna estudiantil, apareciendo los primeros enfrentamientos y barricadas. 
El 3 de mayo la policía irrumpe en el campus parisino con gases lacrimógenos, produciendo heridos graves entre los sublevados. El cierre de la universidad, al día siguiente, aumenta la virulencia y el Barrio Latino se siembra de automóviles incendiados, adoquines levantados y grafittis idealistas. A la huelga general ilimitada se une el sindicato de profesores y las marchas recorren los barrios centrales de Paris y del resto de ciudades francesas. Un Comité de Ocupación autogestionario dota a la Universidad desde el día 13 de muchos servicios. Los sindicatos CGT y CFDT llegan a un acuerdo con los estudiantes y ese día medio millón de personas desfilan por el bulevar Saint Germain.
En principio De Gaulle consideró la revuelta como una simple algarada juvenil, pero según crecía la contestación y se extendía la huelga al sector siderúrgico, los transportes y a casi todas la industrias de Francia, el viejo General comprendió que la revolución no era una utopía, sino una peligrosa posibilidad que podía tener la trascendencia histórica de la propia comuna parisina de 1876. En Nantes los obreros de la fábrica Sud Aviation inmovilizan al director y sus consejeros en pro de la autogestión sin mediación de partidos políticos o sindicatos institucionalizados. Los sindicatos de corte católico bloquean toda unión con los estudiantes. Entre el 16 y el 22 de mayo se recrudecen los enfrentamientos callejeros encontrándose, en ese momento, buen número de fábricas en poder de obreros y de universidades en manos de comunas estudiantiles.
La negociación de Pompidou con los sindicatos, la patronal y el gobierno se torna reformadora y antirrevolucionaria. Los Acuerdos de Grenelle, firmados el 27 de mayo, son una base para la solución del conflicto precedida del ensamblaje de todos los sectores derechistas a favor del presidente y la República, como evidenció una multitudinaria marcha por los Elíseos. De Gaulle actuó con rapidez  ganándose el respaldo del ejército y forzando el fracaso de los estudiantes. Al año siguiente perdió un referéndum en el que se preguntaba a los franceses sobre reformas regionales y ante un notable desgaste de poder dimitió finalmente.
El fenómeno terrorista, nacido tras el sesentaiocho y arropado por la revolución cultural china, es heredero de un marxismo dogmático en el que el poder opresivo se combate con todas las armas posibles. Resultó de especial relevancia en Alemania, dónde la Fracción del Ejército Rojo (RAF) ejecuta a un fiscal y al directivo de un banco en 1972, e Italia, donde en 1970 aparecen las Brigadas Rojas. La revolución se hace con el fúsil resultará una tradición ideológica que también origina los GRAPO en España, tras el fusilamientos de militantes de ETA y del PCE, en octubre de 1975.  
Hace cuarenta años, miles de jóvenes buscaron sin intermediarios su sitio en el mundo; en solitario, en pareja o en manada. Buscaron el escándalo y paradójicamente la censura. Existía una voluntad colectiva de crítica al tinglado dominante y una emergencia de soluciones alternativas y de raíz. El estar de alguna manera al margen del mundo creaba entre la gente una profunda complicidad.
Hoy la amenaza simbólica se ha transformado en bien de consumo y los signos identitarios, que antes diferenciaban, han sido fácil y anodinamente accesibles para el vulgo bien. Muchos se quedaron en la apariencia y airearon los símbolos de la revuelta sin su trasfondo social. La revolución hizo bandera del descaro y del inconformismo, que se  trasladaron a todas sus formas de expresión: gráficas, sociales o políticas, no supo hacerse mayor.
Conviene reseñar, a modo de epílogo, que incluso en los momentos de máximo apogeo y radicalización de las oleadas contestatarias que emergen en prestigiosas universidades de ambos lados del Atlántico, la mayoría de los estudiantes permanece al margen de cualquier interés por un asalto al poder, con el objetivo de cambiar radicalmente el decadente sistema legado por sus mayores, una generación marcada para siempre por la Gran Guerra. A pesar del aparente fracaso de la revuelta sesentaiochista, la televisión, difundida esa década de un modo extraordinario, presentó al mundo la crudeza de Vietnam, pero también la fuerza de la autoorganización de París. Cuarenta años después, la herencia del espíritu crítico cada vez impregna menos los campus, aunque quizás en un futuro cercano, una nueva generación vuelva a prender el fuego de la utopía.  

EL SITUACIONISMO
La crítica a la sociedad moderna esbozada por algunos artistas europeos de la llamada Internacional Letrista, que en activo entre 1952-1957 ya ve apremiante la destrucción de ídolos que hablan en nombre de la libertad de otro, y el desprecio por el capitalismo que Guy Debord plantea en La Sociedad del espectáculo, cuajaron en mayo de 1968 en forma de miles de adoquines contra la policía y repetidos grafitos como La garantía de no morir de hambre es morir de aburrimiento, Seamos realistas pidamos lo imposible, Debajo de la acera están las playas o Prohibido prohibir. La transgresión de estos jóvenes revoltosos provocó lógicamente la inquietud de autoridades y gobiernos, considerándose pronto una fuente de riesgo para el orden social. En 1957 Debord, Jorn, Olman y otros artistas europeos habían constituido la llamada Internacional Situacionista, que en el primer ejemplar de su revista Echaremos a pique éste mundo, propugna como todos debemos buscar lo que amamos y nos atrae, para lo cuál resulta necesario hallar y destruir primero lo que se desprecia, lo que se interpone en el camino a lo que se ama. En Inglaterra, y tras ser excluido de la Internacional Situacionista, Cristopher Gray formó King Mob en 1969, colectivo que tomó su nombre de las harapientas multitudes asesinas en las revueltas antimonarquicas acaecidas en el Londres de 1780.

DANI COHN-BENDIT
Estudiante de 23 años se convertirá, junto a los dirigentes sindicales estudiantiles Jacques Sauvageot y Alain Geismar, en la cabeza visible de una rebelión que en el caso del primero se materializará en un movimiento de carácter anarquista, pero también integrado por trostkistas y maoístas, conocido como “22 de marzo”. Expulsado de Francia en junio de 1968 no pudo regresar hasta 10 años después, militando desde los ochenta en organizaciones ecologistas y siendo diputado regional de los Verdes por la ciudad alemana de Francfurt. Tras su salto a la fama en mayo de 1968, Cohn Bendit rodó incluso una película a las órdenes del director francés, estrella de la “nouvelle vague”, Jean Luc Godar. En la actualidad Bendit es un ideólogo de la antiglobalización, un movimiento de ferviente oposición al neoliberalismo económico, presentado en sociedad en la cumbre del Fondo Monetario Internacional de Seattle en 1999.   

LAS CONTRACULTURAS
El término contracultura puede considerarse una desafortunada expresión con la que distinguir lo que de novedoso se gestó en distintos ámbitos del arte, la música, la narrativa y la estética durante los años sesenta en Estados Unidos, especialmente Nueva York y California. Allí nacen hippies, Motherfuckers, Beatniks, Pop Art, de corte más burgués, o el primigenio Punk Rock.  Los nuevos aires resultaron estadísticamente respaldados por la más alta tasa de juventud que ha existido en la pirámide demográfica americana. Hipismo y movimientos negros son indudablemente antecedentes culturales del, hoy algo distorsionado, mayo parisino. El primero se excluye del sistema y como el rock contribuyó a definir la americanización, sobre todo en el ámbito juvenil, del continente europeo. Como hoy en Iraq, en Vietnam morían por millares los hijos de las clases más humildes, negros e hispanos sobre todo. La multitudinaria protesta iniciada por las minorías negras, pasa después a estar representada y encadenada por los hijos de las clases desahogadas, que desde 1964 dotaron de slóganes y parafernalia a posteriores movimientos en los que no necesariamente fracasaron ideas, sino la puesta en práctica de las mismas.  

EL SESENTAIOCHO ESPAÑOL
La juventud española experimentará, desde finales de los sesenta, una circunstancia corriente en el mundo avanzado desde inicios de los cincuenta: Su constitución como grupo social con necesidades propias y un espacio por crear y conquistar. En rara ocasión, todavía, liberado de aportar recursos a la familia y después receptor de un inusitado desempleo que toca techo en los ochenta.
19 años después, y precedida otra vez por un conato insurreccional de los estudiantes franceses en el que probablemente participó algún veterano agitador sesentaiochista, tiene lugar la puesta de largo reivindicativa de la primera generación de la democracia en España, como la bautizó el propio ministro Maravall. Entre el otoño de 1986 y la primavera de 1987, miles de estudiantes y antiestudiantes ponen en jaque a un gobierno ciertamente desmoralizado, al verse ex estudiantes izquierdistas como responsables de la represión que ellos mismos habían padecido en el franquismo. La imagen de Jon Mantecas, un alborotador cojo tomado por la prensa como icono de la revuelta, personifica la crispación y refleja una juventud desengañada y viva. Negación también de un futuro adulto que, al final, terminó por llegar.