sábado, 4 de diciembre de 2010

LA OTRA HISTORIA. PRESENTACIÓN DE CONTRAHISTORIA.


La Otra historia

El poder contiene la libertad creadora y el “antiarte” o la contracultura, término, éste último, no acuñado hasta la eclosión de los movimientos antibelicistas estadounidenses de los años sesenta, implicarían la elección de una temática no impuesta dónde el verdadero sentido reside en la creatividad. Rescatando la vieja proclama dadaísta que sostenía a todo humano como en algún modo creativo e imaginativo, capaz de crear, aprender y enseñar. Tal posicionamiento sin duda resulta aún peligroso para el sistema que, indudablemente, nos prefiere simples consumidores ignorantes, sumisos y pasivos.

La circunstancia de que muchos jóvenes vivan solo ocupados en la consecución de un falso bienestar a un altísimo precio, y el hecho de que muchos adultos sean hoy felices con cosas que antes les repugnaban, dificulta el afloramiento de creatividad descontrolada e impide la repetición de insurrecciones que cada vez quedan más lejos en el tiempo. Como aquella simbolizada y escenificada en un punk cojo arraseitarra a principios de 1987, entrañable, mítica y celebérrima instantánea a la que tan poca justicia, a causa del oscurecimiento, hace nuestro bien parido proyecto. El futuro resulta poco halagüeño en éste sentido y los iconos del kaos, como símbolos de crispación social, son probablemente irrepetibles. Sin duda la juventud está hoy más imbuida de despilfarrador consumismo que hace 25 o 30 años. Ello a pesar de la contradictoria realidad en la que un superior nivel adquisitivo es coetáneo a una decreciente independencia económica. Pero es falso que cualquier tiempo pasado fue mejor y las generaciones venideras habrán de “mojarse el culo” para perpetuar una forma de entender la vida y actuar ante el sanguinario mundo contemporáneo en el que están inmersos.

Servida la teorización planteamos nuestra, grandilocuentemente bautizada, CONTRAHISTORIA al rastrear el pasado planteando otra historia frente a la hegemonía cultural. Historia de olvidados y de la lucha de clases que  analiza el pasado, a veces desde una experiencia común, asumiendo que unas épocas no son ni mejores ni peores que otras, solo lo son para sus protagonistas, fuentes directas de la investigación que acontece. Contrahistoria como homenaje  a figuras o sucesos, por lo general, no pormenorizados en revistas comerciales, y contrahistoria como apología de la historia… “ .. como resultado de esos momentos que parecen no dejar nada detrás, excepto el misterio de  espectrales relaciones entre personas separadas por una gran distancia, pero que de algún modo hablan el mismo lenguaje” (MARCUS, G Rastros de Carmín. Una historia Secreta del Siglo XX. 1989).

Perseguimos estabilizar una referencia de divulgación histórica rehuyendo un lenguaje pèriodístico, caracterizado por dar relevancia a coyunturas y datos en detrimento de proceso generales, objeto propio de estudio del ensayo científico. Ello con el principal objetivo de desenterrar partes de la historia a menudo enterradas por el oficialismo, sin alejamos de viejas corrientes utópicas como el situacionismo, en su concepción de que toda creación es obra y patrimonio de un movimiento en el que todo, esencialmente la cultura, pertenece a todos, fomentando la creación de parcelas, espacios o canales autónomos libres de toda interjección institucional. Una antilucrativa contrahistoria de emprendimiento cooperativo y autoedición, como esencia misma del proyecto, sin grandes pretensiones pero independiente, que entendemos como saludable modo de suplir la desinformación que, con frecuencia, provoca el exceso de información, extendiéndose aquí la lucha contra lo convencional desde la elección estética de los contenidos a la forma de distribución. No persiguiendo masividad, si quiera adhesión, es proclíve a un intercambio sin prejuicios plasmando fielmente la filosofía punk, incombustible fetiche de indudable influencia para la exigua redacción, el tan mentado Do it yourself (“Háztelo tú mismo"). Dicho esto, la Contrainformación no contemplará la mera alteración del contenido de la estructura sino una destrucción de ésta capaz de conllevar capacidad de influencia. Todo ello en un decadente contexto histórico en el que poco escapa a un voraz sistema capaz de rentabilizar económicamente los rasgos más superficiales de la revuelta.

En lo que a técnicas de investigación desplegadas se refiere, tenderemos a basar nuestro análisis antropológico en una observación directa e intensiva que incluya entrevistas, individuales o colectivas, o ejercicios de sistematización informativa respecto al colectivo en el que participamos, pasiva o activamente, desdoblando la tarea empírica con objetivo de compendiar e, innegablemente, difundir una determinada perspectiva. Ello en frontal oposición a academicistas sociólogos y, sobre todo, sensacionalistas gacetilleros carentes, a menudo a propósito, de códigos de análisis razonablemente adecuados. Herederos de esos “Cultural studies” en los que, tras la Segunda Gran Guerra, empezaron a converger entonces incipientes ramas de las ciencias sociales, como la sociología, que inicialmente se centraron, con demasiada frecuencia, en patologías personales y sociales del comportamiento juvenil, con el cinematográfico modelo de “banda” presidiendo el paradigma teórico dominante. A fines de los setenta tiene lugar un viraje tendente a profundizar en los códigos que rigen cada identidad grupal. Comenzará entonces a hablarse de “subculturas juveniles”, mediáticamente bautizadas, ya en los ochenta, como “tribus urbanas”.
El elenco de fuentes indirectas derivadas del análisis puramente histórico, es completado por exhaustivos barridos bibliográficos, que junto a buen número de webs, exposiciones monográficas e ingentes visitas a hemerotecas, incluye centenares de fanzines, boletines o publicaciones antiautoritarias, hechos por, y para, algunos de los participantes directos de algunos de los acontecimientos “históricos” recogidos.