A principios de los 80 desembarca proveniente de Inglaterra la emergente cultura skinhead en las calles parisinas. Pronto, como sucedería en otros países, el Frente Nacional y otros grupúsculos de extrema derecha encontrarán entre ellos un importante caldo de cultivo para la difusión de sus ideas nacionalistas y xenófobas. A mediados de los 80 la práctica totalidad de la escena skinhead de la capital francesa, salvo honradas excepciones, era de carácter neonazi. Y además muy activa. Entre sus frecuentes actividades estaban el asalto a grupos de punks o antifascistas, tanto en la calle como en sus conciertos o actos, además de participar de forma visible en mítines y marchas del Frente Nacional de Jean Marie Lepen, u otros grupos, que los utilizan como reclamo y fuerza de choque. Surge de esta manera, tras las continuas agresiones a inmigrantes o cualquiera que considerarán enemigo, y con la connivencia policial que deja actuar a los neonazis, la necesidad de organizarse y enfrentarse de forma radical a estos grupos. Y además el enfrentamiento debía ser en el lugar que controlaban los propios neonazis, es decir, las calles de París.
Estos años marcan el salto de la influencia en los barrios y suburbios parisinos de la música rock y la llegada de la cultura hip hop. Jóvenes que, por su condición de inmigrantes, su proximidad al movimiento punk, rocker o al rap, comienzan a juntarse en bandas para acabar con los boneheads que inundan sus calles. Todo ello desembocaría en una mezcla de estilos que identificaría, junto con su símbolo personal, a cada banda. Entre ellos era normal lucir símbolos antifascistas, bombers y botas con punta de acero, no en pocas ocasiones “requisadas” a los boneheads, pero también zapatillas hiphoperas, tupes y chupas de cuero… Y deciden no esperar a encontrarse con ellos sino ir a buscarles a sus calles, sus barrios y a cada uno de los actos o conciertos en los que aparezcan. Bandas formadas por no más de una o dos decenas de veinteañeros, entrenados en artes marciales y deportes de contacto, que deciden limpiar sus calles de la escoria neonazi.


Estas bandas y otras, como los Ag Nays o los Black Dragons, vigilarán las calles durante años expulsando a los neonazis de ellas. Los boneheads se refugiarán en los campos de futbol, principalmente en la cancha del Paris Saint Germain, donde comenzaran a cambiar su forma de vestir ante el peligro que supone ir por las calles luciendo su habitual estética, predominando, como en otros países, la estética denominada “casual”. Estos serán las principales víctimas de los Ruddy Fox. Surgidos de los Ducky Boys junto con chicos de barrio tendrán como principal misión cazar casuals en los alrededores de los campo de fútbol. Ante el abandono de los boneheads de su estética habitual, los Ruddy Fox comienzan a recuperarla para si mismo, devolviendo finalmente la cultura skinhead a donde pertenece realmente. Como Domino, miembro de la banda, dice “Empezamos como cazadores, terminamos como skinheads. Pero siempre antifascistas.”
Con la desaparición de los neonazis también desapareció la unidad entre las bandas de cazadores. La cultura hip hop y la importación de los modelos de las bandas americanas trajo consigo una nueva forma de entenderlas para los jóvenes parisinos en los 90, que comenzaron a enfrentarse entre sí. Sin los boneheads en las calles no tenía sentido la existencia de los antinazis y, unido a los problemas legales por su actividad y la persecución policial y mediática, hizo que cada uno continuara su propio camino.

El documental Chasseurs de Skins, de producción francesa, narra su historia:
(Pinchar en la imagen para ver el vídeo desde youtube. Presionar en la barra del vídeo "CC" y elegir los subtítulos en castellano)
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